miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los barcos, los Jo Ta Ke.

El primer Jo Ta Ke
  El segundo Jo Ta Ke

Con una familia, ( mujer y dos niños pequeños, de 9 y 8 años),  viajar por tierra suponía unos gastos considerables, muy superiores a mis medios.  El comprar un camión o un autobús para convertirlo en caravana suponía una inversión fuera de mi alcance, y el comprar una caravana para cuatro personas  que sirviera además como morada permanente una meta casi similar a la de comprarme un velero de 12 metros para vivir en él. Pero había una gran diferencia, si el transporte de tierra debía comprarlo, el velero lo podía construir yo totalmente. Cuatro personas pueden convivir un tiempo corto  en un lugar reducido, pero a medida que aumenta el tiempo de convivencia  las relaciones se vuelven insoportables salvo en los contadísimos casos de convivencia perfecta. 
  Todas las posibles vías de evasión  abocaban ineludiblemente a la mar como camino y al velero como vehículo. El coste del combustible para  transporte sería prácticamente gratuito (el viento todavía no nos lo cobran, pero llegará el día en que lo hagan), y las reparaciones las podría realizar yo mismo; para ello tendría que aprender mucho todavía, pero  podríamos cambiar de islas y continentes por nuestros propios medios, y además, en la mar, siempre tendríamos más oportunidades de encontrar alimentos que en tierra, porque éramos cuatro para comer. 
  ¿Y los riesgos?  En la mar estaban los peligros de  la meteorología nada desdeñables; por otro lado, la soledad en el vasto océano sin nadie a quien recurrir, !ah!, además estaban los piratas. A éstos los consideraba  muy lejos, casi en el límite de la ficción; ¡qué confundido estaba!.  Por tierra los peligros se centraban precisamente en la gente; cuanta más gente encontráramos más posibilidades habría de toparse con ladrones.  Los atracadores de tierra se transforman en  piratas en la mar. Pero además en la mar los piratas  se pueden permitir desmanes que los ladrones en tierra no se atreverían a hacer.  A pesar de ello estaba claro que el velero por el vasto océano era la mejor forma de escape.
  Decididamente comenzaría de cero, es decir desde los planos. Y así comenzó mi camino autodidacta en la construcción del JoTaKe. 




sábado, 20 de noviembre de 2010

El principio


Noticia que salió en un periódico sobre el abuelo de Santiago en 1917

Cuando era niño leía con avidez El Mundo Ilustrado.  Era  una enciclopedia editada en 1880 de la que yo heredé  tres voluminosos tomos,  que  mi padre había heredado a su vez de su padre. Un mundo en blanco y negro  en el que excepcionalmente aparece alguna lámina, como fuera de lugar, en colores acuarelas, ya que todos los dibujos están hechos a plumilla con tinta china negra. Los relatos de Enrique M. Stanley, o de Luciano Biart  trasladaban mi imaginación a otros países, a otros mundos; ellos  me decían que no somos el ombligo del mundo... que hay otros muchos  mundos paralelos que conviven en el tiempo junto al nuestro. Leía, me aprendía capítulos casi de memoria.... y soñaba. Las personas mayores se decían: -este niño es un soñador siempre pensando en grandes viajes, en grandes aventuras; utopías ¡bah! Cuando sea mayor se le curará ese acné viajero-. Cuando con los años alcancé el título de mayor se me diagnosticó la enfermedad del “Culo de mal asiento”, pero que con una dosis de madurez de años la enfermedad remitiría de forma irreversible.
 Largamente superada la cincuentena, aún no me he curado, es más, por los síntomas diría que mi pertinaz enfermedad se ha agravado. Estoy llegando a la conclusión de que la enfermedad viajera es incurable; pero me temo aún algo  peor: creo que el mal  es contagioso, así que tengan  mucho cuidado...

sábado, 13 de noviembre de 2010

Aventura a toda vela

Nouvelle Caledonie

Quienes no comprendan que el velero es un ser vivo jamás entenderán nada de la mar ni de los barcos.
                                   

                 Bernard Moitessier

 
                                                                      
 ENTREVISTA 
Artículo de El País
Artículo de El Mundo