lunes, 29 de noviembre de 2010
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Los barcos, los Jo Ta Ke.
El primer Jo Ta Ke
El segundo Jo Ta Ke
Todas las posibles vías de evasión
abocaban ineludiblemente a la mar como camino y al velero como vehículo.
El coste del combustible para transporte
sería prácticamente gratuito (el viento todavía no nos lo cobran, pero llegará
el día en que lo hagan), y las reparaciones las podría realizar yo mismo; para
ello tendría que aprender mucho todavía, pero
podríamos cambiar de islas y continentes por nuestros propios medios, y
además, en la mar, siempre tendríamos más oportunidades de encontrar alimentos
que en tierra, porque éramos cuatro para comer.
¿Y los riesgos? En la mar
estaban los peligros de la meteorología
nada desdeñables; por otro lado, la soledad en el vasto océano sin nadie a
quien recurrir, !ah!, además estaban los piratas. A éstos los consideraba muy lejos, casi en el límite de la ficción;
¡qué confundido estaba!. Por tierra los
peligros se centraban precisamente en la gente; cuanta más gente encontráramos
más posibilidades habría de toparse con ladrones. Los atracadores de tierra se transforman
en piratas en la mar. Pero además en la
mar los piratas se pueden permitir
desmanes que los ladrones en tierra no se atreverían a hacer. A pesar de ello estaba claro que el velero
por el vasto océano era la mejor forma de escape.
Decididamente comenzaría de cero, es
decir desde los planos. Y así comenzó mi camino autodidacta en la construcción del JoTaKe.
sábado, 20 de noviembre de 2010
El principio
Noticia que salió en un periódico sobre el abuelo de Santiago en 1917
Cuando era niño leía con avidez El Mundo
Ilustrado. Era una enciclopedia editada en 1880 de la que yo
heredé tres voluminosos tomos, que mi
padre había heredado a su vez de su padre. Un mundo en blanco y negro en el que excepcionalmente aparece alguna
lámina, como fuera de lugar, en colores acuarelas, ya que todos los dibujos
están hechos a plumilla con tinta china negra. Los relatos de Enrique M.
Stanley, o de Luciano Biart trasladaban
mi imaginación a otros países, a otros mundos; ellos me decían que no somos el ombligo del
mundo... que hay otros muchos mundos
paralelos que conviven en el tiempo junto al nuestro. Leía, me aprendía
capítulos casi de memoria.... y soñaba. Las personas mayores se decían: -este
niño es un soñador siempre pensando en grandes viajes, en grandes aventuras;
utopías ¡bah! Cuando sea mayor se le curará ese acné viajero-. Cuando con
los años alcancé el título de mayor se me diagnosticó la enfermedad del “Culo
de mal asiento”, pero que con una dosis de madurez de años la
enfermedad remitiría de forma irreversible.
Largamente superada la cincuentena, aún no me
he curado, es más, por los síntomas diría que mi pertinaz enfermedad se ha
agravado. Estoy llegando a la conclusión de que la enfermedad viajera es
incurable; pero me temo aún algo peor:
creo que el mal es contagioso, así que
tengan mucho cuidado...
sábado, 13 de noviembre de 2010
Aventura a toda vela
Nouvelle Caledonie
Bernard Moitessier
ENTREVISTA
Artículo de El País
Artículo de El Mundo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)