Noticia que salió en un periódico sobre el abuelo de Santiago en 1917
Cuando era niño leía con avidez El Mundo
Ilustrado. Era una enciclopedia editada en 1880 de la que yo
heredé tres voluminosos tomos, que mi
padre había heredado a su vez de su padre. Un mundo en blanco y negro en el que excepcionalmente aparece alguna
lámina, como fuera de lugar, en colores acuarelas, ya que todos los dibujos
están hechos a plumilla con tinta china negra. Los relatos de Enrique M.
Stanley, o de Luciano Biart trasladaban
mi imaginación a otros países, a otros mundos; ellos me decían que no somos el ombligo del
mundo... que hay otros muchos mundos
paralelos que conviven en el tiempo junto al nuestro. Leía, me aprendía
capítulos casi de memoria.... y soñaba. Las personas mayores se decían: -este
niño es un soñador siempre pensando en grandes viajes, en grandes aventuras;
utopías ¡bah! Cuando sea mayor se le curará ese acné viajero-. Cuando con
los años alcancé el título de mayor se me diagnosticó la enfermedad del “Culo
de mal asiento”, pero que con una dosis de madurez de años la
enfermedad remitiría de forma irreversible.
Largamente superada la cincuentena, aún no me
he curado, es más, por los síntomas diría que mi pertinaz enfermedad se ha
agravado. Estoy llegando a la conclusión de que la enfermedad viajera es
incurable; pero me temo aún algo peor:
creo que el mal es contagioso, así que
tengan mucho cuidado...
No hay comentarios:
Publicar un comentario